Compré mi primer poemario en la librería del colegio; era In April Once, de William Alexander Percy, nuestro principal bardo mississippiano. Fue en Nueva York donde escribió los versos que abrían el libro, bajo el título de «Hogar».
I have a need of silence and of stars.Too much is said too loudly; I am dazed.The silken sound of whirled infinityIs lost in voices shouting to be heard...
En esos momentos dentro de la ciudad de Columbus, dentro de las verjas de hierro del campus de un colegio femenino, de noche, mientras todo el mundo se metía en su cama y mientras recitaba el poema en susurros, a mi alrededor no existía nada más que el silencio y las estrellas. Esto no acicateaba mi nostalgia. En aquella hermosa noche de primavera me centraba en desear, sencillamente, una hermosa noche de primavera. Transportarme a una noche como esa: eso era lo que yo deseaba. Tratase de lo que tratase el poema —lo de menos es que llevara por título «Hogar»—, lo cierto es que versaba sobre algo distinto, sobre algo distante y lejano.
La palabra heredada, Eudora Welty
[Impedimenta, 2012]
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